Para que nadie se haga el distraido

El cortometraje Sorry reflexiona sobrio el individualismo y la solidaridad como contracara.

Camina sin apuro por el shopping chequeando su celular, con aire despreocupado, unos auriculares calzados en las orejas. De pronto levanta la vista y ve que el ascensor, lleno, está a punto de cerrar su puerta. Se despabila, corre casi, y en el último segundo alcanza a hacerse un lugar entre el abigarrado grupo de pasajeros.

Todos esperamos que, al final, pongamos en marcha. Pero el aparato no se mueve. Zambullido de nuevo en su teléfono, cheque con impaciencia la situación y, molesto, sacude la cabeza de un lado a otro en señal de disconformidad.

Hay, sin embargo, una razón para justificar semejante inmovilidad: un cartel luminoso advierte «Sobrecarga». El ascensor no arranca porque se ha excedido el peso con el cual puede funcionar. Claramente, alguien sobra. Una sensación de incomodidad empieza a invadir a los ocasionales compañeros de ruta.

Miradas furtivas y algo nerviosas, cruces disimulados entre la gente que ve con preocupación creciente que ni suben ni bajan, que siguen estacionados en el mismo lugar y que, quien debería tomar una decisión no parece darse por enterado. Varios ojos se clavan en él, que no se da por aludido, concentrado en la pantallita de su, aunque cada tanto teléfono desvía la vista y los mira de reojo.

Consciente de la situación, el embargo inmune permanente tiene una presión sutil y un malestar creciente. Contrariados, los pasajeros carraspean, resoplan, miran su reloj. De pronto, desde el fondo, una chica joven comienza a abrirse paso, no sin dificultad, por entre los hombres y mujeres inmovilizados a la fuerza. Cuando al fin logra salir, se advierte un détalle: tiene muletas.

Sin pronunciar palabra ve cómo a sus espaldas se cierra la puerta y el ascensor arranca. Esboza una sonrisa, los ojos puestos en ese adolescente que no quería hacer lo que debía. El video, de 1 minuto y 58 segundos de duración, se volvió viral bajo el título «Lo siento». Aunque se le atribuye un Oscar que no ganó, cumple de sobra con su cometido. Esta vez no hay formado de hacernos los distraídos.