IHace diez años, las proyecciones de las Naciones Unidas mostraban un cambio en el equilibrio demográfico en Europa: en 2050, Francia se convertiría en el país más poblado de la Unión Europea. Sumida en un invierno demográfico, Alemania perdería 10 millones de habitantes, mientras que Francia habría ganado casi 10 millones, para acercarse a un total de 75 millones. Una Francia más joven que su vecina podría convertirse así en la primera potencia, tanto humana como económica, de la Europa continental.
Esta esperanza ahora está enterrada: las últimas proyecciones son espectacularmente diferentes. En 2050, la Francia metropolitana tendría solo 66 millones de habitantes, frente a los 79 millones de Alemania.
Más allá de la fragilidad inherente a este tipo de ejercicios prospectivos, ¿qué ha pasado en diez años? El mini-baby boom francés de principios de siglo se ha desvanecido y el número de muertos es mucho mayor. Al otro lado del Rin, los flujos migratorios se han revisado en gran medida. En un contexto de globalización de los pueblos, de guerras con sus procesiones de refugiados, de crecimiento demográfico y de cambio climático en el “sur”, por doquier crece la población inmigrante. Pero, como disecciona notablemente el último libro de François Héran, Inmigración: la gran negación (Seuil, 192 páginas, 13,50 euros), Francia no resultó especialmente atractiva. Al mismo tiempo, Alemania recibió un flujo anual promedio de aproximadamente 1 millón de inmigrantes, la mitad de Europa y la otra mitad de terceros países.
La obsesión por “recuperar el control”
El contraste en números se corresponde con un vertiginoso contraste político. En lugar de preocuparse por ello, las autoridades están, aparte, aliviadas de que tan pocos ucranianos hayan elegido Francia como refugio, incluso en comparación con países aún más distantes geográficamente de Ucrania: informado a la población, seis veces menos que en Irlanda, tres veces menos que en Portugal y dos veces menos que en España. Ya sea el proyecto de Darmanin o el de los miembros del partido Les Républicains, la obsesión es “recuperar el control” luchando contra el espejismo de una Francia atractiva, con la ayuda de una policía burocrática evitada y cuotas igualmente burocráticas.
Sin embargo, si la demografía natural francesa sigue siendo más favorable que al otro lado del Rin, las últimas proyecciones del Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos (Insee), con una política de migración constante, provocan un virtual estancamiento de la mano de obra disponible en las últimas décadas. Aún erradicando el subempleo, faltarán trabajadores para cubrir las necesidades ya presentes, las inducidas por la dependencia y, más aún, por la necesaria «acción importante» para el clima mencionado en el informe Pisani-Ferry – Mahfouz.
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